Pareciera que Tijuana tuviera un submundo de personas olvidadas y derrotadas ante la desesperanza. Nuestra visita era entrar en contacto con la realidad, una realidad que a veces se prefiere ignorar a sabiendas de que lugares como este hay cientos en la ciudad y que es un problema testigo de muchos otros. El abuso de la policía es una constante que todos los habitantes de esa comunidad habían sufrido y que se hizo notar con un grito de: ¨corran, la policía¨ por uno de los inquilinos al observar que merodeaba la placa por ahí. Entre las palabras de los de ahí, existía un sueño fallido golpeado por el trato inhumano e imposible por la deportación o dependencia del vicio.
En lugares sensibles como estos siempre trato de camuflajearme lo más posible para que me vean tal y como ellos son. Me sorprendió el nivel de conciencia que tenían de la situación en la que se encontraban tanto así que se regían por protocolos y un cuidadoso respeto hacia las personas para inspirar respeto, similar al ambiente de las cárceles o de centros de rehabilitación. Pero entre más interacción con ellos más me daba cuenta que más que el dolor físico existía un dolor emocional y una semillita de fe por volver a recuperar lo que habían perdido que entre otras cosas era algún ser querido o a su morra como uno de ellos dijo.
Me alegro saber que había gente dispuesta a atender este problema realizando el intercambio de jeringas o repartición de condones. Y esto me hizo comprobar como lo que pasa en mi ciudad nos afecta a todos. Este es un tema que yo ignoraba y que como muchos no sabes de la realidad. Nuestra sociedad está llena de prejuicios que nos impiden ayudar por lo que para mí esta fue una visita que muchos deben hacer para sensibilizarnos de lo que pasa en nuestra cercanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario